DICIEMBRE 2020-1

EL JUVENIL DE ÁGUILA CRESTADA

Cuando miramos hacia arriba y encontramos alguna silueta revoloteando en el cielo, nos preguntamos si es un chulo común (Coragyps atratus) o quizás, con suerte y un poco de contraste, logramos identificar algún patrón en su plumaje o su vuelo para pensar que puede ser otra especie. Por lo general son chulos, pero en ocasiones todas las variables confluyen y tenemos la sorpresa de observar un ave rapaz de las 76 especies, migratorias y residentes, que surcan los cielos colombianos. 

Observarlas es una gran suerte. Para escucharlas se debe tener el oído bien entrenado, poderlas fotografiar es todo un reto, pero tratar de estudiar su reproducción es un desafío que en contadas ocasiones es posible registrar. Esta vez la suerte estuvo de nuestro lado y gracias a la ayuda de múltiples personas logramos capturar fotos increíbles de un juvenil de águila al salir de su nido con éxito.

Esto sucedió en la Central Hidroeléctrica en el Alto Anchicayá durante la fase de campo del grupo encargado del monitoreo de aves. Teníamos que hacer el muestreo de aves sobre una trocha bastante inclinada. El grupo de investigadores y yo comenzamos la subida con mucha energía en la madrugada del 4 de abril. A medida que íbamos subiendo, la velocidad disminuía y las pulsaciones aumentaban, sin embargo, seguimos como de costumbre. Después de una hora de caminata decidimos descansar, esperar a los compañeros que se habían rezagado y tomar aliento para continuar con la parte más difícil de la trocha. 

Comenzamos a buscar con los binóculos una rama que sobresalía en medio de las copas de los árboles, pues esperábamos ver el águila crestada o Spizaetus ornatus, como se conoce con su nombre científico. Sabíamos que normalmente se paraba en esa rama a descansar, cantar y probablemente vigilar su territorio. Su canto no paraba de escucharse (https://www.xeno-canto.org/species/Spizaetus-ornatus) y en ningún momento logramos verla. Pero una de nuestras compañeras, Margarita Cantero, que estaba unos metros más abajo, había parado a observar unas ramitas organizadas de forma estructurada en medio de unos troncos desnudos de la copa de un árbol. Durante varios minutos estuvo tratando de observar si había algo en medio de esas ramitas, hasta que en un momento se asomaron unas plumitas con una forma tan particular que la emoción no se hizo esperar: el nido de un águila crestada. 

Durante los días que permanecimos en el área, logramos observarla nuevamente y tomamos mejores fotografías. Sin embargo, el tiempo en campo terminó y tuvimos que recoger equipos y despedirnos de esta majestuosa ave, que nos regaló antes de irnos esta imagen capturada por Felipe Castro.


Regresamos a campo el 26 de septiembre, seis meses después de ver a nuestra protagonista incubando. Pensamos que no iba a ser posible verla en su nido y mucho menos a su polluelo, el cual probablemente ya habría aprendido a volar, y usar el viento para recorrer los cañones y montañas, y quizá ya habría capturado sus primeras presas. 

El día que volvimos al lugar, nos encontramos con sólo las ramas, una densa bruma que nos limitó la visibilidad del nido y otra sorpresa que se encontraba oculta con el traje perfecto para desaparecer en la niebla de estos bosques. Pero la naturaleza siempre premia la paciencia, y alrededor del mediodía, cuando el sol ya había diluido las nubes y ofrecía una perspectiva única del valle, en medio de las ramas que otras veces usaban sus padres, estaba un imponente juvenil con su característico plumaje blanco. 

La curiosidad es uno de los comportamientos que presentan la mayoría de los juveniles animales, y este no fue la excepción. El primer día nos estuvo observando desde perchas muy lejanas haciendo pequeños vuelos entre los árboles. El segundo día prestó más atención a nuestra presencia y empezó a realizar pequeños saltos entre las ramas de los árboles que nos rodeaban. Pero solo el tercer día nos mostró que, al igual que un niño que está aprendiendo a caminar y correr, este juvenil de águila también se divierte y aprende a maniobrar con sus enormes alas entre las densas selvas colombianas. 


Esta historia es de las pocas que se puede contar de principio a fin, desde una madre incubando un huevo hasta un polluelo que sale de su nido e inicia el largo camino de aprender a dominar sus alas, los vientos y reconocer sus territorios. Sin embargo, el camino aún no termina para este juvenil de águila crestada. Permanecerá alrededor de dos años más con sus padres, aprendiendo todas las técnicas posibles para poder sobrevivir en las selvas y protegerse de muchos seres humanos que en algunos casos les disparan para defender a sus gallinas o por la simple curiosidad de verlas de cerca. 

Estos seres majestuosos merecen nuestro respeto, no destruyamos ni modifiquemos su hábitat natural, aprendamos sobre la historia de vida de las águilas, investiguemos como podemos disminuir el conflicto humanos-águilas, y colaboremos con investigadores que quieren aprender más sobre ellas. Existe un plan de manejo para esta especie y puedes descargarlo aquí: http://calidris.org.co/plan-de-manejo-para-el-aguila-crestada-spizaetus-isidori/ 


Escrito por: Mario Loaiza

Video: Mario Loaiza

Fotografías: Juan Felipe Castro Ospina



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