OCTUBRE 2020-1
Doña Dora y el compás
Amanece en el bosque de niebla del kilómetro 55 de la antigua vía al mar entre Cali y Buenaventura, a unos 20 minutos del Queremal, que es el pueblo más cercano. A partir de este punto la señal de celular comienza a descender rayita a rayita hasta que aparece el temido mensaje -Sin Señal-. Dejamos de mirar el celular para comenzar a ver a ambos lados de la carretera. Comienzan a parecer lentamente árboles y vegetación con una paleta de verdes y cafés que son la envidia de cualquier pintor, decorado con múltiples flores de las cuales sobresale la característica flor roja-rosada-blanca del Quereme (género Cavendishia), planta misteriosa y llena de creencias sobre sus poderes de enamoramiento.
Antes de que las sombras de la madrugada tomen forma con los primeros rayos de sol, se comienza a escuchar la sinfonía de los pájaros que van despertando con los llamados de sus vecinos más madrugadores. Dentro de éste mosaico sonoro se distingue un sonido similar al de una corneta de bicicleta vieja, que a veces se escucha asincrónico y otras muy sincrónico. Gracias a este peculiar canto, esta ave es conocida en la región con el nombre del Compás. Les contaré la historia de la sociedad que tienen dos familias: una de humanos y otra de Compases que me permitieron hacer parte de un proceso maravilloso.
Salí de Cali a las 4 de la tarde, a visitar un rincón de conservación de fauna y flora muy famoso en el gremio de los avistadores de aves, el cual es probablemente más conocido en países del extranjero que por los mismos colombianos. El lugar lleva por nombre “El Descanso”, sin embargo, la mayoría lo identifica como “Avistamiento de aves doña Dora” administrado por su propietaria y varios integrantes de su familia.
Siempre es fascinante escuchar a Doña Dora contar su historia, pero aquí les resumo un poco cómo fue que Doña Dora se ganó la confianza de todos los pájaros que la visitan a diario. Ella y su familia llegaron en 1998 a la región y decidieron construir su hogar y emprender una nueva vida en esta región tan maravillosa de la cordillera Occidental. En el 2012, iniciaron el proceso de alimentación de aves silvestres por medio de comederos de frutas y agua azucarada. Con los años más y más pájaros fueron llegando y aceptaron la comida y la presencia de los observadores, los binóculos, telescopios e innumerables clics de cámaras que dan la oportunidad de tomar las mejores fotos de especies difíciles de ver en el interior de los bosques.
Hace aproximadamente 4 años se acercó por fin una de las especies de aves más precavidas: el Semnornis ramphastinus también conocido como El Compás. Doña Dora cuenta que fue un proceso largo para lograr que esta ave aceptara la presencia de los visitantes. Primero, lo dejaron llegar solo sin que nadie lo viera, luego se asomaron por la ventana, después desde el umbral de la puerta, hasta que un día lograron estar frente a él en los comederos. El Compás no se alejó y comió tranquilamente permitiendo que los observadores se deleitaran con la belleza de esta ave.
La felicidad que invadió a Doña Dora y su familia al poder tenerlo tan cerca es compartida por todos los aficionados a disfrutar de la naturaleza, y en especial a las aves, porque esta especie es casi endémica. Lo que quiere decir que su distribución está restringida a la región sur-occidental del Chocó biogeográfico, región que compartimos con Ecuador, donde también es posible ver esta ave. Por esta razón, poder observar esta especie es sumamente complicado. Además ella prefiere comer frutos de las copas de los árboles, dificultando muchísimo su detección a pesar de su robusto cuerpo y tamaño mediano (de unos 20 cm). Sus poblaciones cada vez se reducen más e incluso se han extinto a nivel local, debido al alto tráfico para ser vendido como mascota y la tala de los bosques donde habita, lo que reduce aún más sus áreas de distribución.
Doña Dora y su familia cada vez más enamorados de estos compases que los visitaban regularmente, se enteraron de que las personas que los trafican cortan los árboles donde ellos anidan, llevándose a polluelos y en ocasiones a los adultos que no logran escapar. Lamentablemente es una actividad común en la región a la cual se debió enfrentar el hogar de Doña Dora, cuando fue cortado en medio de la noche, un árbol donde habían visto cómo una pareja de compases construyó su nido, incubó sus huevos y alimentó a sus polluelos.
La tristeza y la rabia que sintió a esta familia amante de las aves y su conservación, decidió ir por el árbol cortado de unos 6 – 7 metros de alto y un diámetro superior a los 40 cm y cargarlo hasta su casa. Impermeabilizaron la parte superior del árbol y lo acomodaron de tal forma que se viera llamativo para los Compases que habían sido despojados de su nido y su polluelo. Estos no tardaron en inspeccionar el árbol y comenzaron a picotear su nuevo hogar, donde podrían comenzar de nuevo su proceso de reproducción, esta vez bajo la seguridad y protección de Doña Dora y su familia. Al cabo de poco menos de 4 meses salió el primer polluelo. En enero de 2020 construyeron un segundo nido esta vez más optimistas, tal vez por el éxito de su primer polluelo o la seguridad de tener comida y protección, logrando criar a dos polluelos más. Debido a la felicidad de Doña Dora y su familia al ver cómo la familia de Compases iba aumentando en número, decidieron contactar a expertos en ornitología y solicitar su ayuda para marcar estos nuevos individuos y hacerles seguimiento con el fin de iniciar una investigación y conservar esta especie de la mano del avistamiento de aves.
Fue una gran sorpresa cuando Gustavo Londoño me eligió para realizar este trabajo de capturar, medir, fotografiar y anillar a los Compases que estaban anidando en la casa de Doña Dora. Con ayuda de los familiares de Doña Dora y Felipe Anaya, instalamos la red de niebla cerca de las 8 de la noche, calculando los mejores ángulos y la opción más eficaz para la captura de estas aves justo cuando salieran del nido en la mañana siguiente.
Aproximadamente a las 6 de la mañana, los Compases salieron de la cavidad donde dormían. Justo como lo planeamos fueron directo a la red y tres de ellos se enredaron en la red: uno escapó, pero logramos capturar a los otros dos. Así, tuvimos el honor de tomar las medidas respectivas, ponerles los anillos para identificarlos a la distancia por medio de binóculos, y poder hacerles seguimiento durante los próximos años. Después de recibir los respectivos picotazos dignos de este animal, se liberaron los dos individuos. Ambos con un anillo de metal en la pata derecha y con un anillo de color rojo en la pata izquierda para el primero y verde para el segundo.
Después de alrededor de una hora, pudimos volver a ver a los Compases, que llegaron a los comederos y alimentaron a un cuarto polluelo, el cual justamente salió por primera vez del nido ese día. Es así como después de 10 meses desde que Doña Dora y su familia llevaron el árbol donde se reproducen, han visto a la pareja de Compases convertirse en una familia de 6 individuos, que se ayudan en los cuidados de los polluelos, asegurando la supervivencia de esta magnífica y amenazada especie.
Escrito por: Mario Loaiza
Fotografías: Mario Loaiza
Videos: dkverno en YouTube y Mario Loaiza
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